A un paso de Jaca, en una de las últimas Sierras Pre-Pirenaicas de la Jacetania, se encuentra este rincón de obligada visita para los que siguen la pista del nacimiento del viejo Reino de Aragón o la del Santo Grial. Dice la tradición que el cáliz en el que Cristo bebió en la última cena lo trajo de Roma San Lorenzo.

Sin dudarlo, hay que perderse en Jaca que, plagada de monumentos, se encuentra siempre llena de vida. Sin olvidarnos de los patios empedrados de Bailo y la ciudad arquitectura popular de Santa Cruz de la Serós llegaremos a disfrutar de sus dos joyas románicas: la iglesia de Santa María y la ermita de San Caprasio.

Llega el momento de sumergirse en los incomparables paisajes de San Juan de la Peña, centro histórico y monumental del Parque, que requiere cierta solemnidad pues se trata del que fue primer panteón de los reyes de Aragón. Una leyenda cuenta que hacia el año 750 dos hermanos, Voto y Félix, se instalaron en este lugar después de descubrir una iglesia levantada antes por el ermitaño Juan de Ataré cuyo cuerpo encontraron incorrupto. Otras historias hablan de que el origen del monasterio hay que buscarlo en una fortaleza edificada por cristianos.

El caso es que, en pleno Camino de Santiago, encontramos el Monasterio Viejo dedicado a San Juan Bautista a finales de siglo IX o principios siglo X. Sin duda, la imagen del claustro cobijado bajo una roca permanecerá intacta en nuestra memoria.

Siguiendo el sendero que hay frente a la puerta del Monasterio Nuevo, construído en el siglo XVII, podemos asomarnos al Balcón de los Pirineos.