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Goya en Aragón

Genio, ocurrente, sensible, bronco y artista aragonés. El universal Francisco de Goya y Lucientes llegaba a este mundo un 30 de marzo de 1746 en un acogedor pueblo zaragozano llamado Fuendetodos. De ahí se fue a estudiar a la capital aragonesa, visita Italia, se muda a la Corte de Madrid y luego a Burdeos donde murió. Es curioso, pero en la actualidad más de 25.0000 personas buscan cada año sus orígenes en el lugar que lo vió nacer.

Gran observador, exprimió sus ochenta y dos años, se atormentó y sufrió los fuertes cambios económicos y sociales de su época, transformaciones en el pensamiento y en el arte. Desde el final del barroco al nacimiento del romanticismo y luego un adelantado de su tiempo, Goya fue único y un rebelde apasionado.

Investigador incansable, se lucía con los tapices, los conjuntos murales y retratos pero también con sus obras negras y grabados. Inmortalizó santos, reyes, mujeres, hombres, miserias y virtudes. Todo lo plasmó, fantasía y realidad de un hombre que acabó entregado a la pintura cuando sus oídos ya no oían y sintió que nadie le comprendía.

Por toda la provincia de Zaragoza se sienten sus pasos. Sus huellas impresas en bóvedas, muros y pechinas. Admiras su obra y Goya está más vivo que nunca.

Fuendetodos

Son sus raíces. A 44 kilómetros de Zaragoza capital, en la Comarca de Belchite se encuentra este pueblo donde cada piedra brilla de manera especial. La casa aragonesa del genial artista tiene una fachada sobria y sencilla.

A pocos metros, Fuendetodos presume de la Sala de Exposiciones Zuloaga y el Museo del Grabado no sólo por su belleza del edificio sino porque guarda como un tesoro una muestra permanente de la obra gráfica de Goya con “Los Desastres”, “Los Caprichos”, “Los Disparates”, y “La Tauromaquia”. La vida en este localidad gira en torno al arte y al artista.

Alagón

Si seguimos la pista de Goya, a 24 kilómetros de Zaragoza paramos en una localidad llamada Alagón. En la Casa de Cultura, antiguo colegio de Jesuitas, Goya pintó, hacia 1765 con tan sólo diecinueve años, un fresco que decora la bóveda de la escalera interior: la “Exaltación del Nombre de Jesús”.

Calatayud

Seguimos hacia Calatayud, entre castillos y murallas aparece la iglesia de San Juan el Real y nos sorprendemos con el óleo sobre lienzo que decora las pechinas de la cúpula principal con San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín. Algunos dudan que sea de Goya, otros aseguran que pintó tan vistoso conjunto antes de partir a Italia, en el año 1766, los hay que dicen que fue unos cinco años más tarde.

Muel

Los mismos cuatro personajes, los Padres de la Iglesia, están en Muel, en la ermita de Nuestra Señora de la Fuente, también en las pechinas de la cúpula. Los pintó directamente al óleo sobre el muro de yeso en el año 1772. Impresionante.

Remolinos

De nuevo, los Padres de la Iglesia en pechinas aguardan en la iglesia San Juan Bautista de Remolinos. En esta ocasión los realizó en su taller al óleo sobre lienzos que luego encajaron en el muro. Si haces comparaciones de las tres obras de Calatayud, Muel y Remolinos, éstas son las más luminosas y evolucionadas.

Zaragoza

El joven Goya en el año 1771 estaba dispuesto a comerse el mundo volviendo a la capital aragonesa. Cargado de talento y nuevas técnicas que había visto en Italia, deseaba ponerlas en práctica así que se instala en un modesto taller para crear.

En Zaragoza ves al artista por todas partes. Desde sentarte junto a él o a sus goyescos en la Plaza del Pilar. Cuando te adentras en la Basílica del Pilar, contemplas el cielo más hermoso en la bóveda del Coreto, a veintiocho metros de altura. La “Adoración del Nombre de Dios” es un canto al creador bajo los cielos amarillentos, dorados, rojizos y poblados por vaporosas nubes que dan profundidad al conjunto. Cien metros cuadrados de mural al fresco sobre un techo curvado que firma un maestro que, con veinticinco años, domina todas las técnicas de la pintura moderna.

Diez años más tarde, regresa al mismo punto con Francisco Ramón Bayeu para decorar al fresco las cúpulas de la Basílica. Es su primera superficie semiesférica para plasmar la “Regina Martyrum”. Luz y color tratados magistralmente a doscientos veinte metros al fresco otra vez a veintiocho metros del suelo.

En la Cartuja de Aula Dei, Goya se despachó a gusto en los muros de yeso de la iglesia. Fueron dos años de intenso trabajo, de 1773 a 1774, en los que se casó con Josefa Bayeu y nació su primer hijo. De los once murales al óleo que realizó se conservan siete. Es un canto a la mujer a través de la vida de la Virgen.

El Pórtico de San Joaquín y Santa Ana te da la bienvenida sobre la puerta de entrada. A la Natividad de la Virgen siguen Los Desposorios con San José y la Visitación de María a su prima Isabel. En el lado derecho del crucero, en la Circuncisión, Goya mezcla el espacio pintado con el real aprovechando los ángulos de la pared. Después llegan la naturalidad y humanidad de La Presentación en el Templo y la Adoración de los Magos.

La siguiente parada es el Museo de Zaragoza. Un edificio renacentista que se construyó en 1908 con motivo de la Exposición Hispano-Francesa, “Espacio Goya” por excelencia.

En él encontramos de todo. Desde unas miniaturas en óleo sobre cobre hasta grandes pinturas espectaculares como la de un frío y algo antipático Fernando VII en medio de un vistoso juego de luces o El Duque de San Carlos conseguido con pinceladas cortas, densas y sueltas. De 1823 es el majestuoso Retrato de dama con mantilla, que algunos historiadores dicen podría ser la amante que le acompañó a Burdeos.

Con fondo religioso como el Sueño de San José o La Virgen del Pilar en gloria, así como Los Caprichos, Los Desastres de la Guerra, La Tauromaquia, Los Disparates o Proverbios y Los Toros de Burdeos.

El mismo rastro de sus caprichos y desastres nos lleva hasta el palacio renacentista de los Pardo, al Museo Camón Aznar donde hay una sala permanente con una de las colecciones más completas de los grabados del artista.

En el Patio de la Infanta de Ibercaja, se exponen catorce obras del genial artista. El lugar lleva el nombre de María Teresa Vallabriga que vivió aquí cuando enviudó. Goya la retrató y es que tanto ella como su esposo, el infante Don Luis de Borbón, fueron amigos e impulsores del aragonés más universal. Aquí se puede ver a Goya con treinta años, joven e inconformista en una maravilloso Autorretrato de Goya en el que domina dibujo, luz y composición.

En el Palacio Arzobispal, encontramos a Goya en el papel que sostiene en su mano derecha el Arzobispo Joaquín Campany.

Pedrola

A un paso de Zaragoza, en otro palacio, en el de la Duquesa de Villahermosa de Pedrola, se conservan El baile de las máscaras, un boceto de la Carga de los Mamelucos y un retrato de medio cuerpo de Ramón Pignatelli.

Huesca

Cuatro litografías taurinas dibujadas sobre piedra caliza estampadas en Burdeos, El Famosos Americano Mariano Ceballos, Bravo Toro, Diversión de España y Plaza Partida esperan en el Museo de Huesca.

No hay que marcharse sin antes admirar los retratos del catedrático Don Antonio Veián y Monteagudo, así como los de Doña Margarita de Austria y Doña Isabel de Borbón. La luz, las composiciones y los colores del Aragón de Goya enamoran.