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Rutas e itinerarios

Ruta de Calatayud

La extensa comarca de Calatayud ocupa una zona geográfica fronteriza y de penetración, en cuya geología están representados terrenos de casi todas las edades, siendo, además, extraordinariamente rica en cuanto a 1a asombrosa variedad de su flora. La orografía del entorno es complicada y sugerente. Apoyada en los contrafuertes de la sierra del Moncayo, el río Jalón la atraviesa por completo y junto a sus pequeños afluentes el Piedra, el Mesa, el Ribota, el Aranda, el Isuela, el Manubles y el Jiloca conforma una rica serie de fértiles vegas fruteras separadas por montes de largos perfiles, siendo éstas la característica más visible y difundida de su paisaje.

El acceso y recorrido por los numerosos pueblos de esta comarca de la Comunidad de Calatayud es sumamente fácil, pues todos ellos se localizan en los sucesivos ramales que parten de la carretera general de Madrid a Zaragoza, tanto por el norte como por el sur. Dichos ramales de carretera coinciden con los recorridos de diversos valles fluviales, todos ellos encajados entre montañas y plenos cada uno de ellos -ya sean los correspondientes a las rutas del río Grío, del río Isuela, del río Aranda, del río Perejil, del río Ribota, del Bajo Jiloca o del río Manubles- de paisajes de recóndita belleza, de recuerdos artísticos, con fiestas en cada lugar, y en suma, atractivos de toda índole. El itinerario aquí seleccionado es el del río Piedra. Esta singular subcomarca es, en efecto, entre todas las de la cuenca del Jalón, la de mayor incidencia del turismo, con merecida fama gracias al excepcional Monasterio de Piedra, descrito más adelante.

Calatayud

A unos 80 km. al SO de Zaragoza, es sucesora de la antigua población celtíbero-romana de Bilbilis-Augusta, cuyas ruinas se están excavando en el cerro de la Bámbola, a unos 4 km. al norte. Casi todo el casco antiguo continúa impregnado de un cierto sabor mudéjar, merced al cual, Calatayud ostenta el título de «ciudad mudéjar». Entre su extensa relación de monumentos destaca la Colegiata de Santa María. Situada en pleno casco antiguo ha sido históricamente el principal templo bilbilitano y donde el arte mudéjar triunfa en su espléndida torre octogonal y en el claustro. San Andrés, conserva sus tres naves mudéjares, un tanto intimistas; pero exteriormente su gran torre octogonal da réplica a la de Santa María. San Pedro de los Francos también conserva magníficamente su primitiva estructura mudéjar de tres naves; su portada es la mejor muestra gótica en Calatayud. Estas tres iglesias han sido declaradas Monumentos Nacionales.

Entre los monumentos civiles destaca, precisamente, el Castillo de Ayub, -de origen árabe y que dio nombre a la ciudad-. En su entorno y arrancado de sus muros se extiende una complicada red de murallas y pequeñas fortalezas que dominan toda la hoya de la ciudad en su parte alta. Es uno de los conjuntos hispano-musulmanes más notables de toda España. Las puertas de Terrer y de Zaragoza (o de Somajas), aunque reconstruidas en los siglos XVIII y XIX son buenos ejemplos del antiguo recinto amurallado de la ciudad baja. Numerosas casonas palaciegas proclaman también la antigua pujanza bilbilitana en su noble arquitectura renacentista y mención especial merece la Colegiata del Santo Sepulcro, construida a principios del siglo XVIII en estilo herreriano. La gran fachada es flanqueada por dos torres gemelas y sobre sus luminosas naves destaca la cúpula. Junto a ella subsiste parte del claustro mudéjar recordando los tiempos activos de la Orden militar del Santo Sepulcro.

Santuario de la Virgen de la Peña: dominando la ciudad y entre jardines se alza el templo de la patrona de la población. Ofrece desde su elevado lugar un magnífico panorama del casco urbano, la fructífera vega y los arcillosos cerros próximos. En su interior unas soberbias yeserías de finales del siglo XV sobresalen como motivo ornamental.

Monasterio de Piedra

Su entorno es, sin duda alguna, uno de los parajes más atrayentes de todo el antiguo Reino de Aragón, y dentro de éste, aparte los Pirineos, pocos pueden competir con él en encanto natural. Hace tiempo que su fama traspasó los límites regionales para convertirse en uno de los lugares más justamente conocidos del interior de España, singularmente favorecido por su proximidad a la tan frecuentada carretera de Madrid a Zaragoza, de la cual hay que desviarse en Calatayud, unos 25 km. en dirección a Nuévalos, a cuyo término municipal se encuentra adscrito. Este típico conjunto urbano, colgado sobre peñascos, con casas «colgadas», la torre del castillo, la iglesia barroca y el castillo abacial, domina el extenso embalse de La Tranquera donde el río Piedra une sus aguas a las de los ríos Mesa y Ortiz para confluir en el Jalón, importante afluente meridional del Ebro. Este paraje final -donde alternan agitadas cascadas y aguas remansadas, de recóndita belleza y a sólo 2 km. de Nuévalos- fue elegido el año 1195 por los monjes del Cister para levantar un gran Monasterio. Un somero análisis revela tres fases en su construcción: la primitiva (siglo XIII), del estilo propiamente cisterciense, gótico primitivo, caracterizado por la austeridad decorativa, dictada por la propia Orden; la gótico-renacentista (siglo XVI) y la clasicista-barroca (siglos XVII-XVIII). Como muchos monasterios medievales, el conjunto de edificios y huertas se rodeó por un recinto amurallado, que aquí subsiste aunque medio oculto por los árboles y las sinuosidades del terreno. Se advierten varios cubos redondeados y la soberbia torre-puerta, llamada comúnmente torre de Homenaje, que era en realidad el primitivo ingreso en el recinto murado; está situado casi al borde de un profundo precipicio y se adorna con almenas, un matacán y un escudo. La iglesia es el edificio menos conservado de la época primitiva; de tres naves, yace con las bóvedas caídas, siendo lo más destacable la cabecera con cinco ábsides, de majestuoso exterior, y la impresionante portada, con cinco arquivoltas apuntadas. A su lado se encuentra el claustro, de sobrias arcadas apuntadas, sin tracerías, al que comunican la sala capitular -con sus cuatro pilares fasciculados y característico ingreso de tres arcadas apuntadas-, la cocina y el refectorio, todos ellos abovedados por crucerías sencillas. También es de esta época el actual comedor del hotel, con sus arcos fajones de igual forma. El edificio principal del siglo XVI es la monumental escalera, alojada en una inmensa nave cubierta por bóvedas estrelladas. Del XVII es el largo edificio donde se alojaban las celdas monacales y hoy los huéspedes del hotel; se adorna externamente por tres plantas de alegres galerías con cerca de treinta arcos semicirculares cada una. Del XVIII es el palacio abacial nuevo, neoclásico, en tanto que a su lado, el antiguo palacio abacial sorprende por su vetusta fachada, decorada por sendas hileras de columnas románicas reutilizadas, de gran sabor popular.

El Parque natural que rodea el Monasterio de Piedra es una auténtica maravilla de la naturaleza. Tan pronto las aguas del río Piedra se lanzan por tremendos saltos, como se remansan en lagos o discurren por la superficie de las rocas acariciándolas. Sus cascadas reciben nombres diversos: Iris, la Caprichosa, de los Fresnos, Baño de Diana, culminando en la llamada Cola de Caballo, de unos cincuenta metros de desnivel, en cuyo interior existe, y se puede visitar sin gran riesgo, una grandiosa caverna natural, con sus formaciones estalactíticas. En contraste con la violencia de las cascadas, el lago acertadamente llamado del Espejo produce sensación de placidez, en tanto que el rojizo acantilado que lo domina es conocido como peña de l Diablo. En todo el parque, pintorescas pasarelas realizadas con troncos de árbol, la gruta del Artista y otros diversos motivos se agregan al paisaje natural. Una piscifactoría de truchas y la Fuente de la Salud, recomendada para afecciones digestivas complementan el conjunto con su cariz utilitario.

Alhama de Aragón

Es sumamente conocida por la calidad de sus aguas termales y de sus balnearios, los cuales se remontan no sólo a la época árabe -alhama significa baños en dicha lengua- sino a la romana, cuando era Aquae Bilbilitanorum.

El caserío se localiza en un pintoresco desfiladero por donde se abre paso el Jalón, vigilado por una torre fortificada medieval que, históricamente, es su monumento más antiguo. La iglesia parroquial es barroca, de la que destacan las yeserías que cubren sus bóvedas, frecuentes en las iglesias aragonesas del siglo XVII. Pero es en el siglo XIX cuando Alhama conoce un gran auge merced al prestigio de sus cuatro balnearios, que durante la época estival abren sus puertas: Pallarés, Guajardo, Cantarero, o San Roque, y Martínez. Funcionan con sus correspondientes hoteles, todos adaptados a las exigencias modernas. Hay que destacar el encanto decimonónico de las instalaciones de las Termas Pallarés -tres hoteles en realidad- con su frondoso parque, lago, casino e incluso una singular iglesia modernista.