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El Parlamento de Caspe

La importancia del Reino de Aragón, que comprendía los territorios de Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia, hizo aparecer multitud de pretendientes al trono alegando los más variados derechos.

Los parlamentos de Cataluña, Aragón y Valencia se reunieron en sus respectivos territorios y acordaron enviar a Caspe tres jueces cada uno, con jurisdicción sobre la villa y el castillo y tres meses de plazo para resolver el tema de la sucesión, período ampliable por los mismos jueces a otros dos meses más. Asimismo, podían sustituir a aquellos de entre ellos que muriesen o sufriesen alguna incapacidad. Su sentencia debía ser inapelable, para lo que se exigía que al menos seis de los jueces estuviesen de acuerdo y, que entre éstos hubiese uno por lo menos de cada reino.

El Parlamento de Caspe, único en la historia, tuvo una singular importancia por cuanto buscó una solución, alejada de las armas, al problema del derecho de sucesión al trono de Aragón. Constituido el reino y sin sucesor cierto del último monarca, Martín el Humano, el mismo reino lo eligió mediante compromisarios justos e imparciales. Atendiendo a los derechos de los pretendientes y a los intereses de la nación, dieron la corona con su sentencia inapelable al que consideraron más digno.

De este modo se evitaron los incalculables horrores que acarrean las guerras. El 24 de junio de 1412, tras dos años de interregno desde la muerte de don Martín, los compromisarios de Caspe eligieron a don Fernando, sobrino y pariente más próximo de aquél, que reinó con el nombre de Fernando I, conocido como el de Antequera (1412-1416). Procuró devolver la paz a los territorios de Córcega y Sicilia. Reconoció como Papa al aragonés Benedicto XIII, si bien más tarde se separó de él. Alfonso V el Magnánimo (1416-1458) siguió en el trono a su padre, don Fernando. La mayor parte de su reinado vivió en Italia. En sus ausencias fue doña María, su esposa, y don Juan de Navarra, su hermano, quienes gobernaron Aragón. A su muerte, acaecida en Nápoles, dejó este reino a don Fernando, su hijo legitimado. El trono de Aragón lo ocupó su hermano, Juan de Navarra, conocido como Juan II (1458-1479). Durante su reinado, los catalanes consideraron un agravio el no haber reconocido sus fueros, lo que provocó una guerra civil que duró más de diez años.