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Fiestas de Zaragoza

La semana festiva por excelencia de Zaragoza, y por supuesto, de la mayoría de los pueblos aragoneses. Tienen lugar en honor de la Virgen del Pilar el 12 de octubre. Durante varios días, la capital de la Comunidad aragonesa, atestada de visitantes, conoce toda suerte de festejos: corridas de toros, actuaciones folclóricas, espectáculos musicales y teatrales. Los elementos tradicionales del Pilar no se olvidan, manteniéndose los actos religiosos, incluyendo la multitudinaria Ofrenda de Flores, y la salida de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos. Esta comparsa, que a lo largo de ocho días recorre casi toda la ciudad, es una de las tradiciones zaragozanas más sólidas y que el Ayuntamiento ha tratado de conservar y potenciar restaurando la comparsa y aumentándola con un personaje netamente zaragozano, la Pilara. Bailes, verbenas, quemas de colecciones de fuegos artificiales, y un largo etcétera festivo se suceden sin cesar durante ocho días.

San Valero

Dentro de las tradiciones zaragozanas más arraigadas, se encuentra San Valero, patrón de la ciudad, en cuyo honor se come el tradicional roscón del Santo el día 29 de enero, siendo ésta la fiesta principal de la estación invernal. El Ayuntamiento invita todos los años a los zaragozanos a comer de un gigantesco roscón que se instala en la plaza del Pilar.

San Jorge

El día 23 de abril es la festividad de San Jorge, patrón de Aragón, recuperada como fiesta cívica de importancia creciente. Coincidiendo con esta celebración, toda la Comunidad festeja el Día de Aragón con diferentes actos públicos.

Corpus Christi, en Daroca

Mención destacada merece, en la provincia de Zaragoza, la fiesta del Corpus Christi, en Daroca, cuyo día grande, el jueves, ha sido declarado fiesta provincial. Espe-cial realce ofrecen las calles durante la procesión de los Sagrados Corporales, sobre los que llueven miles de pétalos de flores. La Corporación Provincial preside tradicionalmente este desfile que saliendo fuera de las murallas sube hasta la Torreta, desde donde inicia el regreso la comitiva. La gran custodia de Pedro IV el Ceremonioso de 1384, el gran palio del Arzobispo Martín Terrer de Valenzuela, las cruces, parroquiales de los siglos XV, XVI y XVII de Daroca y los pueblos de la comarca, así como los antiguos ornamentos de los sacerdotes dan a la procesión una vistosidad impresionante. Estos días de fiesta se complementan con festivales de jota, toros y otros acontecimientos deportivos y culturales.

Cuenta la tradición que el milagro de los Santos Corporales ocurrió el 23 de febrero de 1239. Tropas cristianas de Daroca, Teruel y Calatayud se disponían a arrebatar a la morisma el castillo de Ohío, en Lluchente. El capellán Mateo Martínez, de Daroca, celebraba momentos antes una misa en la que consagró seis formas destinadas a los seis capitanes de las tropas, un ataque sorpresa de los moros obligó a suspender precipitadamente la ceremonia, ocultando el capellán las formas envueltas en los corporales en un pedregal. Una vez rechazado el ataque, cuando fueron a buscar las hostias consagradas, las hallaron pegadas a los corporales y sangrando. Para albergar esta santa reliquia se levantó la suntuosa capilla gótica de la Colegiata, donde se guardan en caja de plata. El día del Corpus -como se ha descrito- los Santos Corporales son mostrados a la multitud.

Procesión de Veracruz, en Caspe

Procesión de la Veracruz, en Caspe, cabecera de la zona zaragozana del Bajo Aragón. Aunque la Semana Santa caspolina ofrece características similares a las de las conocidas localidades bajo aragonesas turolenses -tamborradas y desfiles procesionales- tiene, sin embargo, un hecho propio muy notorio. Recorre sus calles en la nocturnidad del Viernes Santo, la reliquia de la Veracruz, portada en artística y rica carroza con la que se cierra el desfile procesional del Santo Entierro, circunstancia que tal vez no se de en ningún desfile procesional del mundo cristiano. Son pocas las ciudades del mundo que tienen la fortuna de poseer un fragmento de la Cruz en que expiró el Redentor, de gran tamaño, y de la que tradicionalmente se afirma que esta Veracruz es auténtica. Fue donado a Caspe por el Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, Juan Fernández de Heredia, al fundar en 1394 el convento de San Juan en Caspe, que a su vez lo había recibido del Papa Clemente VII, siglo XIV.